Los avances recientes en la neurociencia están relacionando las habilidades académicas y emocionales, revolucionando la comprensión del aprendizaje en el contexto de las escuelas.
Si bien, actualmente se han incluido las competencias emocionales en el Modelo de Educación en México, la educación escolar se sigue centrando en el razonamiento lógico y conocimiento, siendo considerados como indicadores del éxito educativo. Desde las neurociencias, hay dos desventajas con este enfoque: Primero, los procesos cognitivos de aprendizaje y memoria no ocurren sin ser mediados por una emoción, ya que carecerían de un significado y motivación. Segundo, al enseñar a los estudiantes a minimizar los aspectos emocionales, los educadores pueden alentar a desarrollar un tipo de conocimiento que no se transfiere a situaciones del mundo real.
Reflexionemos: Si el alumno posee un conocimiento, ¿implica que éste lo use adecuadamente fuera de la escuela? La respuesta es no. Si así fuera, ¿cómo pudiera decidir si aplica su conocimiento o no en una situación en donde su ejecución incurre en un daño al otro o al entorno?, ¿las emociones mediarían esa decisión sobre la aplicación de su conocimiento? Por supuesto, las emociones son imprescindibles. De hecho, este es un tema muy interesante. ¿Por qué habrá tantos problemas éticos en la aplicación del conocimiento?… dejo abierto el tema.
Las emociones obstaculizan o potencian el aprendizaje e inciden en la toma de decisiones sobre el uso del conocimiento. Invito a las instituciones educativas para que consideren la evidencia de las neurociencias para el diseño del proceso enseñanza-aprendizaje. Por ejemplo, en estos tiempos de contingencia, en los programas propuestos para la continuación de la enseñanza, ¿se considera el estado emocional del alumno?, ¿y el estado emocional de los padres y docentes? Iniciemos con las propuestas.
